Impacto arancelario

Estados Unidos ya dispuso un arancel comercial para la Argentina

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Una reciente medida impulsada desde Washington reconfigura el mapa comercial del continente y marca una diferencia entre nuestro país y resto.

La nueva política de aranceles comerciales anunciada por Donald Trump golpea de lleno las exportaciones hacia EE.UU., sobre todo desde Sudamérica. Argentina quedó dentro de un esquema que fija un impuesto del 10% a las importaciones. Aunque es una carga relevante, sigue por debajo de la que enfrentan otras economías de la región.

El anuncio se oficializó el 1 de agosto y forma parte del plan de “aranceles recíprocos” que Trump impulsa en su segundo mandato. Está alineado con la declaración de emergencia nacional del 2 de abril. La medida fija gravámenes escalonados del 10% al 41%, según el origen de los productos y la relación bilateral. El mensaje es claro: Estados Unidos quiere recuperar competitividad y endurecer las condiciones para entrar a su mercado interno.

Por ahora, Argentina sigue en el rango más bajo del esquema tarifario. La administración norteamericana no anunció aumentos adicionales para los productos argentinos, y los analistas lo interpretan como un gesto de moderación hacia la Casa Rosada. El alineamiento político entre los gobiernos de Milei y Trump también pudo influir en esa decisión.

El impacto arancelario en la región

En contraposición, países como Brasil, históricamente más activos en bloques regionales como los BRICS y con mayor volumen exportador hacia EE.UU, no corrieron la misma suerte. Las exportaciones brasileñas de sectores como petróleo, café y acero comenzaron a sufrir aranceles que ascienden hasta el 50% en algunos casos. Esto ya está generando tensiones diplomáticas y planes de contingencia en el Palacio del Planalto.

Colombia, Chile, Venezuela y Guyana también enfrentan aranceles del 10%, aunque podrían subir. En Nicaragua, las tarifas de hasta 38% quedaron postergadas por la Casa Blanca. Todo indica que la estrategia es dinámica y sujeta a revisiones trimestrales, con foco en el desempeño comercial y los alineamientos geopolíticos.

¿Un beneficio temporal para la Argentina?

El gobierno argentino, aunque conforme con el trato recibido, deberá afrontar igual un impacto considerable en sectores sensibles como el agro, la industria química y la metalmecánica. El 10% de recargo afecta la competitividad de productos que, hasta ahora, llegaban a EE.UU. con márgenes reducidos y sin este tipo de penalizaciones. Algunas cámaras exportadoras ya anticipan un aumento de costos logísticos y comerciales.

Más allá del valor numérico del arancel, lo que se pone en juego es la preferencia relativa que Argentina parece haber conseguido en este rediseño arancelario global. Mientras otros países lidian con incrementos drásticos, la tarifa argentina se presenta como una especie de “castigo leve” en comparación. Pero esa aparente ventaja podría tener fecha de vencimiento si no se consolidan resultados favorables en la balanza bilateral.

La gran incógnita es si este tratamiento diferencial se mantendrá o si solo constituye una tregua táctica de Washington. Con revisiones permanentes y un contexto internacional volátil, Argentina deberá prepararse para una negociación constante, donde cada punto porcentual de arancel puede definir el destino de miles de millones de dólares en exportaciones.

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