La imagen parecía tranquila: Franco Colapinto, apoyado en el Alpine, compartió una sonrisa en el paddock de Hungría. Pero detrás de esa escena relajada, la presión era palpable. Un audio filtrado lo mostró nervioso en plena clasificación, preguntando “¿estamos afuera?”, mientras el equipo intentaba asegurar su paso a la Q2 y calmar su ansiedad en la radio.
Flavio Briatore, asesor de Alpine, lanzó un elogio inesperado tras la sesión: “dio un gran paso adelante”. Un respaldo que se sintió más como un salvavidas que como un reconocimiento. Porque entre los rumores que corren por los boxes, uno suena con fuerza: Valtteri Bottas podría ocupar su asiento si los resultados no mejoran de inmediato.
El A525 sigue siendo un rompecabezas. En la FP3 y la Q1 se mostró rápido, pero en Q2 volvió a traicionar a Colapinto con sobreviraje y falta de grip, dejándolo 14º en la grilla. Y mientras él pelea por encontrar el límite, Alpine ya anunció que frena el desarrollo del auto 2025 para enfocarse en el proyecto 2026.
Hungría, entonces, no fue solo otra fecha en el calendario: fue un termómetro. Un escenario donde cada gesto, cada radio y cada vuelta cargaron un peso extra. Porque Colapinto no solo corre contra el cronómetro; corre contra el tiempo, contra los rumores y contra una paciencia interna que podría agotarse más rápido de lo que él sonríe.
El final que incomoda
Si la sonrisa de Hungría se convierte en puntos, Colapinto ganará aire. Pero si la bandera a cuadros no trae resultados, ese guiño en el paddock podría convertirse en la última postal de calma antes de la tormenta. En Alpine, el silencio es tan fuerte como los rumores… y el futuro del argentino podría decidirse en cualquier curva.