Argentina pasó por arriba a Puerto Rico: 6-0, puro disfrute, pero el verdadero espectáculo estuvo en los botines del 10.
Messi no necesitó hacer goles, pero rompió otro récord con la Selección. Jugó como si tuviera un control remoto en la cabeza. Cada pase, una pintura. Cada toque, una invitación al aplauso.
El dato es demoledor: cuatro asistencias y récord histórico con la camiseta argentina. Ya ni vale la pena buscar comparaciones: nadie en la historia del fútbol nacional dio más pases de gol que él.
Y lo loco es que lo hizo caminando, sonriendo, jugando a otro deporte.
El Messi que ya no corre, pero hace correr a todos
Hay una versión de Messi que no necesita apurarse.
La que ve antes, entiende antes y ejecuta después, solo para que el resto llegue a tiempo.
Esa fue la que se paseó anoche en el amistoso: el Messi conductor, el que te pone la pelota donde querés antes de que la pidas.
A los 38, sigue manejando el ritmo del juego con una serenidad que asusta. No grita, no corre, no protesta.
Solo mira y crea.
Es como si el resto jugara en 1x y él en 0.25x, viendo todo en cámara lenta.
Y cuando decide acelerar, chau.
Puerto Rico quedó desparramado en cada pase filtrado, en cada pausa que rompía la defensa.
La eternidad también se asiste
Messi rompió su propio récord de asistencias y, de paso, le dio sentido al fútbol otra vez.
Porque lo que hace no se enseña. No está en ningún manual.
Y por eso, los debates se mueren solos.
¿Quién fue el mejor? ¿Qué más tiene que probar?
Nada.
El tipo juega por placer. Y eso se nota.
Lo disfrutan los compañeros, lo sufre el rival y lo agradece el hincha.
Messi sigue transformando lo cotidiano en histórico.
Y cuando parece que ya está, que no queda más por escribir, te saca un pase imposible y te recuerda que el fútbol todavía tiene poesía.
El pase que cerró todas las discusiones
Minuto 83. Messi agarra la pelota, levanta la cabeza y mete un pase que corta tres líneas.
Gol de Julián. Estadio rendido.
Ese pase no fue solo una asistencia. Fue una sentencia.
El 10 no necesita hacer goles para ser protagonista.
Su legado está en otra cosa: en cómo hace jugar, en cómo hace sentir, en cómo cambia la historia cada vez que toca la pelota.
Y si alguna vez hubo debate, anoche se terminó.
Porque hay récords que se rompen.
Y otros, como los de Messi, que se escriben para que nadie más los alcance.


