La Unión Cívica Radical (UCR) atraviesa uno de los momentos más complejos de su historia reciente. Desde la última derrota electoral, el partido se encuentra dividido en dos frentes: los que rechazan cualquier alianza con el gobierno de LLA de Javier Milei, y los que creen en la necesidad de colaborar estratégicamente con el oficialismo. Esta fractura interna se evidenció claramente en la votación de la Ley Bases, donde Martín Lousteau, presidente del Comité Nacional de la UCR, quedó como el único correligionario que votó en contra del proyecto oficialista.
Lousteau ha intentado responder a estas críticas, afirmando que su postura refleja la mayoría de la UCR, a pesar de las divisiones internas. Según él, no existe un único radicalismo, y busca representar a aquellos que no son diputados ni senadores, pero que también forman parte del partido. Sin embargo, esta visión no es compartida por todos. Algunos gobernadores consideran que la polarización en torno a las reformas de Milei será el eje central de la política argentina en los próximos años.
Incertidumbre electoral y crisis de liderazgo
Dentro de la corriente Evolución se valora positivamente el rol de Lousteau en el Senado, destacando su capacidad para obligar al gobierno a negociar. Pese a las encuestas desfavorables, creen firmemente que mantenerse en una postura crítica frente a La Libertad Avanza es el camino correcto. Rodrigo de Loredo, presidente de bloque, también ha enfrentado dificultades para unificar a su bloque, reflejando las tensiones internas que persisten en la UCR.
La construcción de La Libertad Avanza en distintas provincias, con Karina Milei a la cabeza, añade otra capa de incertidumbre. Ninguno de los correligionarios de la UCR ve con optimismo el panorama electoral. “Si la elección se hace hoy salimos cuartos”, es una expresión que refleja la desazón y el pesimismo generalizado dentro del partido. La posibilidad de perder bancas en el Congreso es real. En este caso, figuras como Lousteau, De Loredo, Julio Cobos, Facundo Manes y Martín Tetaz podrían quedarse fuera si no se logra una estrategia efectiva.
Maximiliano Abad, aunque no aliado estrecho de Lousteau, ha tratado de navegar estas aguas turbulentas manteniendo cierta distancia de los extremos. Su voto a la Ley Bases, que apoyó en general pero rechazó en particular, muestra su intento de posicionarse en un terreno más moderado. Abad deberá decidir pronto su sucesión al frente del partido en la Provincia de Buenos Aires, con varios nombres fuertes en la contienda.
Dificultades para leer la realidad política
Por otro lado, a pesar de ser uno de los partidos políticos tradicionales del país, la UCR enfrenta una profunda crisis de representación. Desde hace varios años, ha mostrado dificultades para captar y responder a las demandas ciudadanas de manera eficiente. La desconexión entre los líderes del partido y las preocupaciones de la población ha debilitado significativamente su influencia política, alejando a muchos votantes que antes encontraban en la UCR una opción confiable y coherente. Un claro ejemplo de este quiebre es la reciente votación en el Congreso por el aumento de los sueldos a los legisladores, donde Lousteau votó positivamente, a pesar de la profunda crisis económica en la que se encuentra el país.
A esta crisis de representación se suma una marcada crisis de liderazgo y constantes internas que fragmentan al partido. La falta de una figura central fuerte y consensuada ha llevado a luchas de poder internas. Diferentes facciones compiten por el control sin lograr un consenso sobre una visión común. Por su parte, Martín Lousteau, como presidente del Comité Nacional de la UCR no ha logrado aplacar estas divisiones.
Además, la UCR no ha logrado unificar su propuesta política de cara a los ciudadanos, presentando una imagen de fragmentación y falta de dirección clara. Mientras algunos sectores abogan por una postura crítica y confrontativa frente al gobierno de LLA, otros creen en la necesidad de colaborar estratégicamente con el oficialismo. Esta falta de coherencia y unidad en su mensaje complica aún más su capacidad para consolidar una base electoral sólida y representar de manera efectiva las demandas de la sociedad argentina.
Un espacio obsoleto
En resumen, la UCR enfrenta un panorama incierto y desafiante, con divisiones internas profundas y una estrategia electoral en construcción. La capacidad del partido para resolver sus diferencias y presentar un frente unido será crucial para su futuro político. La crisis de identidad que atraviesa el radicalismo no solo afecta a sus líderes, sino también a su base y a su capacidad para influir en la política argentina en los próximos años. En este escenario, surge el interrogante sobre la posibilidad de que los dirigentes radicales logren dejar de lado sus intereses particulares y presten atención a las demandas ciudadanas, principalmente, cuando ocupan posiciones de poder.


