La pasión por el fútbol en Argentina traspasa el terreno de juego. Este deporte, con gran incidencia en el mundo, atrae a personas de todos los rincones del planeta, sumergiéndolas en su interior. Se hace sentir la verdadera popularidad del fenómeno cultural argentino que hizo y hace felices a millones. Detrás de esto, el fútbol pasa a ser un espejo de la sociedad, la economía y la política del país. Esta realidad se refleja en cómo las ciudades se transforman los días de partido, inundadas de fanáticos con cánticos, banderas y bombos.
Estos eventos son manifestaciones de la comunidad. Son celebraciones de la identidad colectiva y oportunidades para la expresión emocional. En esos días, la gente se olvida de sus problemas y entrega todo para ver a su club. Los estadios, siempre colmados, transmiten una vibra emocionante que refleja la pasión por este deporte. Sin embargo, el fútbol en Argentina también juega un papel importante y tiene un impacto profundo en la sociedad y la política del país.
Hacer campaña desde los clubes
Históricamente, el fútbol argentino ha sido un espacio para la expresión política. Los estadios fueron escenarios de manifestaciones políticas, y los clubes han sido utilizados como plataformas para promover campañas. Durante períodos de crisis y agitación, el fútbol ha servido como un espacio para la resistencia. Así, el fútbol en Argentina no es solo un reflejo de la sociedad, sino también un actor en el escenario político y social. Los aficionados son conocidos por su pasión y lealtad, y su entusiasmo es una expresión de su personalidad y valores. Sin embargo, esta pasión descomunal, también ha tenido sus momentos oscuros.
Además, diferentes figuras políticas han estado ligadas a clubes de fútbol, utilizando estos espacios para obtener beneficios y promover proyectos políticos. Por ejemplo, Kirchner estuvo ligado con la barra de Racing, y Hugo Moyano lideró el club Independiente además de la CGT. Incluso Mauricio Macri, antes de ser presidente de la Nación, fue presidente de Boca Juniors, sin tocar el poder de la barra brava. Estos vínculos hacen difícil que una iniciativa para detener la violencia provenga de la propia política.
Dos caras de una misma moneda
El fútbol argentino vivió su hora más oscura en cuanto a injerencia política en 1978, cuando la dictadura militar intentó distraer a la gente con el Mundial. Mientras tanto, desataba una violencia y represión brutal en la sociedad. Argentina ganó el torneo, pero una sombra siniestra aún se cierne sobre esa Copa del Mundo. Incluso Diego Maradona se dejó arrastrar por la política, haciendo campaña a favor de regímenes controvertidos en Cuba y Venezuela.
Otro debate que no debe pasarse por alto se relaciona con la violencia en los estadios. Las «barras bravas», más que simples hinchas violentos, son bandas organizadas con vínculos políticos que controlan parte del deporte. Esta realidad refleja las dos caras del fútbol argentino: entusiasmo y alegría por un lado, y corrupción y delincuencia por el otro. Las barras bravas tienen fuertes contactos con la política y aportan al componente de movimiento en masas. Su rol en la cancha puede compararse al de los dirigentes gremiales en los piquetes.
Un constante juego de suma cero
En la política argentina, la analogía con el fútbol es constante. Los dirigentes suelen decir que hay que poner fin al «Boca-River» en los asuntos políticos, buscando superar la competencia desenfrenada y trabajar por el bien común. Sin embargo, las divisiones siguen marcadas, y la política a menudo se maneja como un juego de suma cero, donde la pasión supera la razón. Este enfoque impide construir un diálogo constructivo y perpetúa la violencia y la confrontación. La «grieta» arrasa con todo.
La realidad argentina desde hace décadas muestra un país irrespetuoso y violento, donde el desequilibrio y la desigualdad son palpables. La decadencia es responsabilidad de años de administraciones corruptas y malas gestiones. Las barras bravas simbolizadas en el manejo político de las organizaciones sociales son un reflejo de esta realidad. La solución al problema de la violencia en el fútbol no parece fácil, pero quizás el problema no es que no se pueda solucionar, sino que es más profundo de lo que se asimila. Al parecer, durante mucho tiempo ganó la costumbre y ahora, el poder de las mafias es demasiado influyente.
El fútbol en Argentina seguirá siendo un reflejo de su sociedad, con todas sus luces y sombras. La pasión desmedida por este deporte puede ser una fuerza unificadora y celebratoria, pero también puede ser destructiva cuando se descontrola. La esperanza es que algún día, las pasiones descomunales se canalicen de manera positiva, permitiendo que el fútbol sea simplemente un espectáculo deportivo y la política un ámbito respetable al servicio del pueblo.